Este artículo examina y critíca algunos conocidos argumentos culturalistas esgrimidos en favor de una «política de reconocimiento», referidos no sólo a rasgos diferenciados sino incluso a notorias carencias o minusvalías de la persona. Para tal objeto, nuestro trabajo toma como punto de partida y referencia no una hipótesis o una situación contrafáctica sino un caso real actual: la decisión de una pareja de lesbianas norteamericana de dejerse inseminar por donantes sordos con el fin de tener deliberadamente niños sordos. La exaltación de la diferencia y la especificidad puede llegar a chocar con las potencialidades y virtualidades de nuestra especie y crear un escenario moral y social no sólo pintoresco sino incluso siniestro.